Cuando llegó al número 24 de aquella lujosa urbanización se llevó una gran sorpresa. Susana, la niñera no estaba sola con su hijo. Andrés, uno de los compañeros de trabajo de Ulises, quizá, el mejor amigo que había encontrado tras su traslado a Madrid, estaba allí. Cuando Penélope entró lo encontró sentado en el sofá, cayado y muy serio. Tenía el rostro pálido y parecía asustado, tan asustado como un niño que corre de madrugada a la cama de sus padres porque cree haber visto un monstruo. Penélope le sonrió pero su sonrisa no fue correspondida.
-Andrés, ¿qué pasa? Estoy empezando a asustarme
-Siéntate por favor. Tengo algo que decirte.
Penélope le obedeció. Se sentó y empezó a imaginarse lo peor.
-¿Qué le ha pasado a Ulises?- dijo temblando- ¿qué le ha pasado?
-Cálmate- dijo él mientras se levantaba de su asiento.
-Por favor…
Él se sentó a su lado y le cogió la mano con mucho cuidado. Con tanto cuidado como si sus dedos fuesen de cristal, como si pudieran romperse al apretarlos.
-No sabemos dónde está Ulises. El cámara y el resto de periodistas que estaban con ellos han vuelto esta mañana. Al parecer hace dos noches salió, a pesar de las advertencias, y no volvió…- tras un silencio Andrés prosiguió con voz débil- Se barajan varias posibilidades: secuestro o, incluso,...
Penélope estaba petrificada. No podía ser. Un gran vació la invadió. ¿Cómo era posible? ¿Por qué seguía siendo el hombre travieso y aventurero que había conocido? ¿Por qué no había cambiado, madurado? Ahora tenía familia. Tenía un hijo. ¿Cómo podía ser tan irresponsable?
-Penélope, ¿estás bien?- preguntó Andrés muy preocupado al ver que la mujer había palidecido bruscamente.
Ella no reaccionaba. Estaba completamente ausente. Pensaba en que una travesura de Ulises podría acabar en tragedia. Su hijo podría quedarse huérfano y ella… Ella podría quedarse viuda. No pudo resistirlo más y rompió a llorar. Lo quería. Lo quería mucho y no quería perderlo.
Andrés la abrazó intentando consolarla.
-No te preocupes, lo van a encontrar… Y vivo.
-Llevaba dos días sin llamar. Pensaba que era normal, otras veces lo había hecho. Y mira ahora… - dijo Penélope entre lágrimas- ¡Es un irresponsable, eso es lo que es, un irresponsable!
Susana le preparó una tila doble y la obligaron a acostarse.
-Esta noche me quedo contigo. Yo cuidaré de Teo, tú simplemente descansa– dijo la niñera.
-No, de verdad vuelve a casa. Estoy bien- contestó Penélope con voz débil.
-Me da igual lo que digas, no te voy a dejar sola.
Susana se encargó de Teo y Penélope se quedó tumbada a oscuras intentando dormir. No podía parar de llorar. Se sentía sola nuevamente, quizá más sola que nunca. Pensó en su destino. Quizá volviera a Grecia con su familia. La razón de vivir en España era Ulises y su trabajo y si él no volvía… El simple hecho de imaginárselo muerto le dolía tanto… le dejaba casi sin respiración. Siguió pensando y llorando toda la noche y cuando la luz empezaba a filtrarse por las rendijas de su ventana, consiguió conciliar el sueño.
Se despertó con los ojos hinchados de tanto llorar. Se levantó y comenzó a andar por la casa sin rumbo fijo. Cuando volvió a la realidad estaba frente a la pantalla encendida de su ordenador. Conectó el messenger y se quedó pensativa mirando fijamente la frase “Lluvia y soledad”. Tan sólo hacía unos días que no hablaba con él, pero en estos momentos sentía que lo necesitaba, que necesitaba su compañía más que nunca. Volvió a poner el cursor sobre la frase y tras pulsar el botón derecho eligió la opción ADMITIR.
Penélope dice:
Hola, estás?
“Lluvia y soledad” dice:
Sí, estoy.
Penélope dice:
Perdona. Tenía que haberte dado al menos una razón, una explicación.
“Lluvia y soledad” dice:
Me sorprendió, pero en el fondo lo entiendo.
Penélope dice:
Necesitaba hablar contigo. Me siento tan mal, tan sola, tan angustiada…
“Lluvia y soledad” dice:
Estas bien? Qué te pasa? Cuéntame.
Penélope dice:
Mi marido…. No se sabe dónde está.
“Lluvia y soledad” dice:
Qué? Tranquilízate y cuéntame todo.
-Andrés, ¿qué pasa? Estoy empezando a asustarme
-Siéntate por favor. Tengo algo que decirte.
Penélope le obedeció. Se sentó y empezó a imaginarse lo peor.
-¿Qué le ha pasado a Ulises?- dijo temblando- ¿qué le ha pasado?
-Cálmate- dijo él mientras se levantaba de su asiento.
-Por favor…
Él se sentó a su lado y le cogió la mano con mucho cuidado. Con tanto cuidado como si sus dedos fuesen de cristal, como si pudieran romperse al apretarlos.
-No sabemos dónde está Ulises. El cámara y el resto de periodistas que estaban con ellos han vuelto esta mañana. Al parecer hace dos noches salió, a pesar de las advertencias, y no volvió…- tras un silencio Andrés prosiguió con voz débil- Se barajan varias posibilidades: secuestro o, incluso,...
Penélope estaba petrificada. No podía ser. Un gran vació la invadió. ¿Cómo era posible? ¿Por qué seguía siendo el hombre travieso y aventurero que había conocido? ¿Por qué no había cambiado, madurado? Ahora tenía familia. Tenía un hijo. ¿Cómo podía ser tan irresponsable?
-Penélope, ¿estás bien?- preguntó Andrés muy preocupado al ver que la mujer había palidecido bruscamente.
Ella no reaccionaba. Estaba completamente ausente. Pensaba en que una travesura de Ulises podría acabar en tragedia. Su hijo podría quedarse huérfano y ella… Ella podría quedarse viuda. No pudo resistirlo más y rompió a llorar. Lo quería. Lo quería mucho y no quería perderlo.
Andrés la abrazó intentando consolarla.
-No te preocupes, lo van a encontrar… Y vivo.
-Llevaba dos días sin llamar. Pensaba que era normal, otras veces lo había hecho. Y mira ahora… - dijo Penélope entre lágrimas- ¡Es un irresponsable, eso es lo que es, un irresponsable!
Susana le preparó una tila doble y la obligaron a acostarse.
-Esta noche me quedo contigo. Yo cuidaré de Teo, tú simplemente descansa– dijo la niñera.
-No, de verdad vuelve a casa. Estoy bien- contestó Penélope con voz débil.
-Me da igual lo que digas, no te voy a dejar sola.
Susana se encargó de Teo y Penélope se quedó tumbada a oscuras intentando dormir. No podía parar de llorar. Se sentía sola nuevamente, quizá más sola que nunca. Pensó en su destino. Quizá volviera a Grecia con su familia. La razón de vivir en España era Ulises y su trabajo y si él no volvía… El simple hecho de imaginárselo muerto le dolía tanto… le dejaba casi sin respiración. Siguió pensando y llorando toda la noche y cuando la luz empezaba a filtrarse por las rendijas de su ventana, consiguió conciliar el sueño.
Se despertó con los ojos hinchados de tanto llorar. Se levantó y comenzó a andar por la casa sin rumbo fijo. Cuando volvió a la realidad estaba frente a la pantalla encendida de su ordenador. Conectó el messenger y se quedó pensativa mirando fijamente la frase “Lluvia y soledad”. Tan sólo hacía unos días que no hablaba con él, pero en estos momentos sentía que lo necesitaba, que necesitaba su compañía más que nunca. Volvió a poner el cursor sobre la frase y tras pulsar el botón derecho eligió la opción ADMITIR.
Penélope dice:
Hola, estás?
“Lluvia y soledad” dice:
Sí, estoy.
Penélope dice:
Perdona. Tenía que haberte dado al menos una razón, una explicación.
“Lluvia y soledad” dice:
Me sorprendió, pero en el fondo lo entiendo.
Penélope dice:
Necesitaba hablar contigo. Me siento tan mal, tan sola, tan angustiada…
“Lluvia y soledad” dice:
Estas bien? Qué te pasa? Cuéntame.
Penélope dice:
Mi marido…. No se sabe dónde está.
“Lluvia y soledad” dice:
Qué? Tranquilízate y cuéntame todo.
Penélope no pudo contenerse más y rompió a llorar nuevamente. Respiró hondo y le explicó a Icario todo lo que Andrés le había contado. Tras unos segundos de pausa fue Penélope la que propuso que se vieran. Había llegado la hora de hablar cara a cara.
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