martes, 18 de diciembre de 2007

LA MITOLOGÍA: Origen y utilidad

Se llama Mitología o Fábula a la historia que trata de la vida y hazañas de los semidioses y héroes de la antigüedad pagana. No todo a lo que en estas fábulas se refiere es mentira o ficción; algunas de ellas descansan sobre fundamentos históricos y las hay que estás sacadas del Antiguo Testamento. El diluvio de Deucalión recuerda al diluvio de Noé; en los Gigantes que escalan el cielo, fácil es reconocer a los hijos de los hombres levandando, con loca audacia, la torre de Babel; la formación del hombre por Prometeo es el remedo del Génesis; el sacrificio de Ifigenia parece reproducir la historia de Jefté, ...
La Mitología tuvo su cuna en Egipto, Fenicia y Caldea. Hacia el 200 a.C., Nino, rey de Babilonia, hizo erigir en medio de la plaza públicala estatua de su padre Belo y mandó a sus súbditos que ante el vano simulacro ofreciesen incienso y elevasen sus plegarias. Influídos por este ejemplo, los pueblos vecinos deificaron a sus príncipes, a sus legisladores, a sus guerreros, a susgrandes hombres y a aquellos que habían conquistado una vengonzosa celebridad. Las pasiones y los vicios fueron también divinizados. Pero los pueblos de Grecia fueron los que elevaron la Mitologíaa su mayor esplendor, la embellecieron con ingeniosas concepciones, la enriquecieron con gayas ficciones y en ella derramaron a manos llenas las creaciones de su imaginación. A sus ojos pareció demasiado sencillo lo que era tan sólo natural; los relatos de acciones verdaderas seanimaron atribuyéndoles circunstancias extraordinarias. A sus ojos los pastores se tornaron sátiros y faunos; las pastoras, ninfas; los jinetes, centauros; los héroes, semidioses; las naranjas, manzanas de oro,... Si un orador conseguía cautivar a sus auditorio con los encantos de su elocuencia, le atribuían el poder de haber amansado los leones y de haber tornado sensibles a los furos peñascos. Una mujer que habái perdido a su esposo y pasaba los días sumida en llanto inconsolable, aparecía a sus ojos convertida en fuente inagotable. De esta manera la poesía animó la naturaleza toda y pobló el mundo de seres fantásticos.
Por más que la Mitología sea, casi en su totalidad, tejido continuo de fábulas, no por eso deja de tener una utilidad incontestable. Por ella podemos explicar las obras maestras de los pintores y escultores que admiramos y nos facilita la lectura de los poetas y la hace interesante.
La Mitología aclara la historia de las naciones paganas, nos hace conocer hasta qué punto los egipcios, griegos y romanos vivían sumidos en profundas tinieblas y a qué grado de desorientación puede llegar el hombre abandonado a las solas y porbres luces de su inteligencia. Sin dud, la mayor parte de las fábulas que la integran son falsas y absurdas: unos dioses cojos, ciegos, vulgares, luchan entre sí o contra los hombres; unos dioses pobres, desterrados del cielo, se ven obligados, mientras permanecen sobre la tierra, a ejercer el oficio de albañil o pastor, quedando, de este modo, ridiculizados en extremo. Pero, la Mitología ofrece frecuentes fábulas morales en las que bajo el velo de la alegoría se ocultan preceptos excelentes y reglas de conducta.
Las Furias que se ceban encarnizadamente en Orestes o el buitre que roe las entrañas a Prometeo trazan la maravillosa imagen del remordimiento. La historia de Narciso ridiculiza la vinaidad estúpida y el exagerado amor a sí mismo. La trágica muerte de Ícaro es una lección admirable para los hijos desobedientes, Faetón es el tipo delos orugollos castigados. Los compañeros de Ulises convertidos en viles puercos por los brebajes de Circe, son una imagen fidelísima del embrutecimiento a que conducen la intemperancia y el libertinaje.
¿Creían todos los sabios de la antigüedad en la verdad de las fábulas mitológicas? Seguramente no, pero no se atrevían a combatirlas abiertamente y se contentaban con burlarsede ellas en el seno de sus familias o en la intimidad de sus amistades. Sócrates quiso demostrar a los atenienses la existencia de un solo y verdadero Dios y ataca, por ende, el politeísmo, y pagó con la vida sus nobles propósitos. En Roma, Ciceron se atrevió en una obra a chancearse al tratar de los dioses y mereció por ello la censura de sus contemporáneos.
Estaba reservada al cristianismo la gloria de reducir a escombros este vetusto edificio y hacer que ante la antorcha de la revelación divina desaparecieran las tinieblas y la ignorancia que tales supoersticiones fomentaban.
J. Humbert


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