domingo, 30 de diciembre de 2007

El mito platónico de la invención de la escritura


Sócrates.- Pues bien, oí decir que vivió en Egipto en las cercanías de Náucratis uno antiguos dioses del país, aquel a quien le está consagrada el ave que llaman ibis. Su nombre es Theuth y fue el primero en descubrir no sólo el número y el cálculo, sino la geometría y la astronomía, el juego de damas y los dados, y también las letras. Reinaba entonces en todo Egipto Thamus, que vivía en esa gran ciudad del país alto a la que llaman los griegos la Tebas egipcia, así como a Thamus lo llaman Ammón. Theuth fue a verle y, mostrándole sus artes, le dijo que debían ser entregadas al resto de los egipcios. Preguntóle entonces Thamus cuáles eran las ventajas que tenía cada una, y, según se las iba exponiendo aquél, reprobaba o alababa lo que en la exposición le parecía que estaba mal o bien. Muchas fueron las observaciones que, en uno y otro sentido, según se cuenta, hizo Thamus a Theuth a propósito de cada arte, y sería muy largo el referirlas. Pero una vez que hubo llegado a la escritura, dijo Theuth: «Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y aumentará su memoria. Pues se ha inventado como un remedio de la sabiduría y la memoria». Y aquél replicó: «Oh Theuth, excelso inventor de artes, unos son capaces de dar el ser a los inventos del arte, y otros de discernir en qué medida son ventajosos o perjudiciales para quienes van a hacer uso de ellos. Y ahora tú, como padre que eres de las letras, dijiste por cariño a ellas el efecto contrario al que producen. Pues este invento dará origen en las almas de quienes lo aprendan al olvido, por descuido del cultivo de la memoria, ya que los hombres, por culpa de su confianza en la escritura serán traídos al recuerdo desde fuera, por unos caracteres ajenos a ellos, no desde dentro, por su propio esfuerzo. Así que lo que es tu invento, no es un remedio para la memoria, sino para suscitar el recuerdo. Apariencia de sabiduría y no sabiduría verdaderamente procuras a tus discípulos. Pues habiendo oído hablar de muchas cosas sin instrucción, darán la impresión de conocer muchas cosas, a pesar de ser en su mayoría unos perfectos ignorantes; y serán fastidiosos de tratar, al haberse convertido, en vez de sabios, en hombres con la presunción de serlo».


Fedro, 274b y ss. (Trad. de Luis Gil)

jueves, 27 de diciembre de 2007

Edipo Rey

De la patria Tebas vecinos, mirad,
éste es Edipo,
el que los célebres enigmas llegó a ver,
el más poderoso hombre era,
del cual nadie hubo entre los ciudadanos
que con envidia su destino no mirase.
¡A qué turbulencia de terrible azar ha llegado!
De tal forma que, siendo mortal,
hasta no ver el día postrero
a nadie hay que tener por dichoso,
antes que la meta de la vida traspase
sin haber sufrido dolor alguno.

Sófocles, Edipo Rey

domingo, 23 de diciembre de 2007

Algunas frases


· "La única cosa que sé es saber que nada sé; y esto cabalmente me distingue de los demás filósofos, que creen saberlo todo." (Sócrates)

· “El hombre sabio querrá estar siempre con quien sea mejor que él." (Platón)

· “Son filósofos verdaderos aquellos a quienes gusta contemplar la verdad” (Platón)

· “Los dialécticos y los sofistas, en sus disquisiciones, se revisten de la apariencia de filósofos” (Aristóteles)

· “Es propio del filósofo poder especular sobre todas las cosas” (Aristóteles)

· “No hay absurdo que no haya pasado por la cabeza de algún filósofo” (Marco Tulio Cicerón)

· “¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia” (Epicuro de Samos)

· “La muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo” (Epicuro de Samos)
. “El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo” (Epicuro de Samos)

· “La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma en torno al ser” (Platón)

· “La verdad puede más que la razón” (Sófocles)

· “La esperanza es el sueño del hombre despierto” (Aristóteles)

· “El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona” (Aristóteles)

martes, 18 de diciembre de 2007

LA MITOLOGÍA: Origen y utilidad

Se llama Mitología o Fábula a la historia que trata de la vida y hazañas de los semidioses y héroes de la antigüedad pagana. No todo a lo que en estas fábulas se refiere es mentira o ficción; algunas de ellas descansan sobre fundamentos históricos y las hay que estás sacadas del Antiguo Testamento. El diluvio de Deucalión recuerda al diluvio de Noé; en los Gigantes que escalan el cielo, fácil es reconocer a los hijos de los hombres levandando, con loca audacia, la torre de Babel; la formación del hombre por Prometeo es el remedo del Génesis; el sacrificio de Ifigenia parece reproducir la historia de Jefté, ...
La Mitología tuvo su cuna en Egipto, Fenicia y Caldea. Hacia el 200 a.C., Nino, rey de Babilonia, hizo erigir en medio de la plaza públicala estatua de su padre Belo y mandó a sus súbditos que ante el vano simulacro ofreciesen incienso y elevasen sus plegarias. Influídos por este ejemplo, los pueblos vecinos deificaron a sus príncipes, a sus legisladores, a sus guerreros, a susgrandes hombres y a aquellos que habían conquistado una vengonzosa celebridad. Las pasiones y los vicios fueron también divinizados. Pero los pueblos de Grecia fueron los que elevaron la Mitologíaa su mayor esplendor, la embellecieron con ingeniosas concepciones, la enriquecieron con gayas ficciones y en ella derramaron a manos llenas las creaciones de su imaginación. A sus ojos pareció demasiado sencillo lo que era tan sólo natural; los relatos de acciones verdaderas seanimaron atribuyéndoles circunstancias extraordinarias. A sus ojos los pastores se tornaron sátiros y faunos; las pastoras, ninfas; los jinetes, centauros; los héroes, semidioses; las naranjas, manzanas de oro,... Si un orador conseguía cautivar a sus auditorio con los encantos de su elocuencia, le atribuían el poder de haber amansado los leones y de haber tornado sensibles a los furos peñascos. Una mujer que habái perdido a su esposo y pasaba los días sumida en llanto inconsolable, aparecía a sus ojos convertida en fuente inagotable. De esta manera la poesía animó la naturaleza toda y pobló el mundo de seres fantásticos.
Por más que la Mitología sea, casi en su totalidad, tejido continuo de fábulas, no por eso deja de tener una utilidad incontestable. Por ella podemos explicar las obras maestras de los pintores y escultores que admiramos y nos facilita la lectura de los poetas y la hace interesante.
La Mitología aclara la historia de las naciones paganas, nos hace conocer hasta qué punto los egipcios, griegos y romanos vivían sumidos en profundas tinieblas y a qué grado de desorientación puede llegar el hombre abandonado a las solas y porbres luces de su inteligencia. Sin dud, la mayor parte de las fábulas que la integran son falsas y absurdas: unos dioses cojos, ciegos, vulgares, luchan entre sí o contra los hombres; unos dioses pobres, desterrados del cielo, se ven obligados, mientras permanecen sobre la tierra, a ejercer el oficio de albañil o pastor, quedando, de este modo, ridiculizados en extremo. Pero, la Mitología ofrece frecuentes fábulas morales en las que bajo el velo de la alegoría se ocultan preceptos excelentes y reglas de conducta.
Las Furias que se ceban encarnizadamente en Orestes o el buitre que roe las entrañas a Prometeo trazan la maravillosa imagen del remordimiento. La historia de Narciso ridiculiza la vinaidad estúpida y el exagerado amor a sí mismo. La trágica muerte de Ícaro es una lección admirable para los hijos desobedientes, Faetón es el tipo delos orugollos castigados. Los compañeros de Ulises convertidos en viles puercos por los brebajes de Circe, son una imagen fidelísima del embrutecimiento a que conducen la intemperancia y el libertinaje.
¿Creían todos los sabios de la antigüedad en la verdad de las fábulas mitológicas? Seguramente no, pero no se atrevían a combatirlas abiertamente y se contentaban con burlarsede ellas en el seno de sus familias o en la intimidad de sus amistades. Sócrates quiso demostrar a los atenienses la existencia de un solo y verdadero Dios y ataca, por ende, el politeísmo, y pagó con la vida sus nobles propósitos. En Roma, Ciceron se atrevió en una obra a chancearse al tratar de los dioses y mereció por ello la censura de sus contemporáneos.
Estaba reservada al cristianismo la gloria de reducir a escombros este vetusto edificio y hacer que ante la antorcha de la revelación divina desaparecieran las tinieblas y la ignorancia que tales supoersticiones fomentaban.
J. Humbert


viernes, 14 de diciembre de 2007

ARTE GRIEGO


El arte de la antigua Grecia es el estilo elaborado por los antiguos artistas griegos, caracterizado por la búsqueda de la belleza ideal, recreando el mundo ideal del modelo platónico, o mediante la imitación de la naturaleza.
La cultura desarrollada por los antiguos griegos establece los fundamentos de la cultura occidental. De ella surgieron los conceptos y principios del arte y la filosofía.
El Arte de la antigua Grecia se divide estilísticamente en cuatro períodos:
· Geométrico
· Arcaico
· Clásico
· Helenístico
El arte Geométrico data sobre el año 1000 a.C., aunque se conoce poco sobre el arte griego durante los 200 años precedentes (tradicionalmente conocido como edad oscura griega); el período del siglo VII a.C. certificó el lento desarrollo del estilo Arcaico. El inicio de las Guerras Médicas marcará el final del período Arcaico y el comienzo del Clásico; el reinado de Alejandro Magno (336 a.C. a 323 a.C.) es tomado como la separación entre el arte Clásico y el Helenístico.
En realidad, no hubo ninguna transición radical entre un período y otro. Las distintas formas de arte evolucionaron a ritmos distintos en diferentes lugares del mundo griego, y como en cualquier época algunos artistas elaboraron estilos más innovadores. Fuertes tradiciones locales, el carácter conservador, y las exigencias de los cultos religiosos, permiten a los historiadores localizar los orígenes de obras de arte, incluso de las desplazadas.

Arquitectura
Uno de los signos más fácilmente reconocibles de los logros artísticos griegos, es su arquitectura; en particular, las elegantes columnas de piedra y los frontones triangulares esculpidos de los tres estilos arquitectónicos que se desarrollaron entre el 600 a.C. y el 300 a.C.
El Partenón, en la Acrópolis de Atenas, es el mejor ejemplo que sobrevive de la arquitectura dórica.
Estos estilos fueron creados para construir templos a los dioses. Esculpidos en mármol, ellos imitaron las técnicas de corte de la madera de los edificios hechos originalmente en este material.
El estilo Dórico es el más antiguo y el más simple, con columnas firmes y frentes cubiertos con esculturas que, al mismo tiempo, podían pintarse de rojo o azul para generar impacto.
El estilo Jónico apareció alrededor del mismo tiempo en las ciudades más ricas de Asia Menor. Es más ligero y más decorativo, con columnas esbeltas destacando volutas ensortijadas en cada esquina del capitel. El estilo alcanzó su cumbre en el desaparecido Templo de Artemis en Efeso, una de las Siete Maravillas del Mundo. Hoy en día podemos admirar la arquitectura Jónica en el Templo de Atenea Nike en la Acrópolis.
Por el siglo 400 a.C. apareció una nueva versión, más elaborada, de la arquitectura Jónica, la Corintia. Se caracterizaba por intrincadas hojas espinosas esculpidas en la parte superior de las columnas, lo que puede reflejar la influencia del Medio Oriente. La grandeza del estilo Corintio se convirtió en el estilo arquitectónico favorito de la Roma Imperial.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

LA VERDADERA HISTORIA DE PENÉLOPE

5ª PARTE

Quedaron en un pub del centro de la ciudad. A las 6 en punto Icario esperaba ante la puerta con impaciencia. Sólo había visto a Penélope a través de fotos, pero era tan guapa… Estaba nervioso y caminaba de un lado a otro casi sin control. Penélope llegó en taxi. Llevaba unos vaqueros y una chaqueta roja. Su pelo suelto volaba con el viento. A pesar de su aspecto desarreglado proyectaba una gran elegancia. Ella se acercó a Icario con pasos pequeños y se quedó mirándolo fijamente antes de empezar a llorar de nuevo. Él la abrazó con mucha fuerza como si le fuera la vida en ello.
-¿Entramos?- dijo ella secándose las lágrimas.
Él asintió con la cabeza y entraron. Era un local tranquilo. A esas horas de la tarde sólo había dos parejas más en las primeras mesas que se distinguían. Ellos buscaron más intimidad y pasaron al fondo. Allí pasaron dos horas hablando y hablando. Icario intentaba eludir el tema de Ulises y hacerla reír. Era un hombre maduro pero muy atractivo. Su voz sonaba tan protectora que Penélope se sintió mejor, mucho mejor. No quería volver a casa, volver a quedarse sola, volver a la realidad, pero tenía que hacerlo.
-Es tarde, ¿nos vamos?-dijo Penélope.
-Por supuesto, te llevo. Tengo el coche aquí al lado- contestó él.
-No, de verdad, pediré un taxi.
-De eso nada. Te llevo y no hay nada más que decir- dijo él sonriendo.
Había anochecido y el frío se había apoderado del entorno, así que caminaron acurrucados y con paso ligero. Veinte minutos después estaban ante la puerta de aquel ostentoso número 24. Icario detuvo el coche y se quedaron charlando un rato más. Cuando Penélope decidió que ya era hora de entrar, llegó el momento de la despedida. Icario no lo dudó y se acercó lentamente mirándola a los ojos. Los dos lo deseaban y se besaron. Él empezó a acariciarle el pelo y ella sintió un escalofrío. No era un escalofrío por la pasión, por la ternura, por amor… todo lo contrario, era rechazo. Él siguió insistiendo. Apartó el pelo de su cara y deslizó sus labios hacia el cuello… Ella sintió, incluso, repulsión. Eso era sentirse sucia, no lo que sentía cuando la besaba Ulises. No era por Icario, era por ella. Se apartó con las lágrimas resbalando por sus mejillas.
-No puedo hacer… de verdad que no- fue lo único que dijo antes de salir corriendo del coche.
Se sentía peor aún que horas atrás. Había besado a otro hombre, a un hombre que no era su marido. Y lo peor es que lo había hecho cuando su marido estaba desparecido. Era la peor persona del mundo. Volvió a llorar toda la noche. Deseaba con toda su alma que Ulises volviera, que estuviera bien, que no la abandonara… Lo necesitaba. Entonces comprendió que lo amaba, que lo quería con toda su alma, que solo estaba dolida con él. Que estaba resentida porque la había abandonado, porque la había dejado sola, muy sola. Porque había preferido trabajar largas horas de reportero que estar con ella, junto a ella y hacerla feliz. Se había empeñado en hacerse la fría. Se había empeñado en encerrarse en sí misma, en aislarse en su burbuja, en cambiar su actitud con Ulises. Ahora estaba arrepentida. Quería volver atrás, vivir feliz con su marido. Hablar con él, recuperar el tiempo perdido. Pero la angustia le cubrió con su manto ¿y si ya no era posible? Le había hecho falta entrar en el ciberespacio y llegar a la situación de esa noche para darse cuenta de todo esto. La mente humana es sin duda muy curiosa.
Esa noche tampoco pudo dormir. Estaba viviendo una auténtica pesadilla. Lloraba y lloraba. Solo quería volver a sentir el cuerpo cálido de su marido a su lado, su característico olor dulce.
Hay quien dice que si deseas algo con todas sus fuerzas se cumple… A las seis de la mañana sonó el teléfono. Penélope lo cogió rápidamente imaginándose lo peor. Era Andrés y al oír su voz le dio un vuelco el corazón. Sin embargo, las noticias eran excelentes. Ulises había aparecido. Volvería a la mañana siguiente. Al parecer lo habían rozado con una bala y lo habían hospitalizado. Y ya se sabe, la batería de los móviles se acaba cuando más los necesitas.
Penélope estaba eufórica y nerviosa. Ulises era el hombre de su vida y lo volvería a tener a su lado en pocas horas. Se sentía como una adolescente enamorada, como si se tratase de la primera cita.
Se levantó y se dirigió a su gran armario. Quería estar deslumbrante y finalmente lo consiguió tras pruebas y más pruebas de ropa. Cuando se encontró frente a Ulises sintió mariposas en el estómago.
-Te he echado tanto de menos- le dijo.
-Y yo a ti. He pensado que soy un inmaduro, un loco, un rebelde sin causa… Prometo no volver a hacer tonterías.
-Eso espero- contestó ella regalándole su mejor sonrisa.
Se besaron con más pasión que nunca.
-Tengo que decirte algo- dijo él.
Penélope no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas. Ella también tenía que decirle algo, sin embargo no dijo nada.
-Penélope, sólo quiero haceros feliz a ti y a Telémaco… He decidido aceptar el trabajo de redactor jefe que me han ofrecido. Son menos horas de trabajo y mucho menos peligro… no quiero separarme de vosotros nunca más- continuó él.
Se abrazaron fuertemente. Ahora empezarían de cero. Ahora iban a ser todo lo felices que no habían sido en los últimos años… o tal vez no. Penélope reunió las fuerzas y dijo:
-Yo también tengo algo que decirte.
Quizá su mirada la delató… Ulises le miró fijamente y le sonrió.
-No creo que me haga más feliz… así que no quiero saberlo.
Fueron las últimas palabras que sonaron en la habitación antes de que volvieran a fundirse en un apasionado beso.
-Por cierto- dijo ella con decisión- creo que internet no es tan útil como la gente dice, ¿y si nos damos de baja?

lunes, 3 de diciembre de 2007

LA VERDADERA HISTORIA DE PENÉLOPE

4ª PARTE

Cuando llegó al número 24 de aquella lujosa urbanización se llevó una gran sorpresa. Susana, la niñera no estaba sola con su hijo. Andrés, uno de los compañeros de trabajo de Ulises, quizá, el mejor amigo que había encontrado tras su traslado a Madrid, estaba allí. Cuando Penélope entró lo encontró sentado en el sofá, cayado y muy serio. Tenía el rostro pálido y parecía asustado, tan asustado como un niño que corre de madrugada a la cama de sus padres porque cree haber visto un monstruo. Penélope le sonrió pero su sonrisa no fue correspondida.
-Andrés, ¿qué pasa? Estoy empezando a asustarme
-Siéntate por favor. Tengo algo que decirte.
Penélope le obedeció. Se sentó y empezó a imaginarse lo peor.
-¿Qué le ha pasado a Ulises?- dijo temblando- ¿qué le ha pasado?
-Cálmate- dijo él mientras se levantaba de su asiento.
-Por favor…
Él se sentó a su lado y le cogió la mano con mucho cuidado. Con tanto cuidado como si sus dedos fuesen de cristal, como si pudieran romperse al apretarlos.
-No sabemos dónde está Ulises. El cámara y el resto de periodistas que estaban con ellos han vuelto esta mañana. Al parecer hace dos noches salió, a pesar de las advertencias, y no volvió…- tras un silencio Andrés prosiguió con voz débil- Se barajan varias posibilidades: secuestro o, incluso,...
Penélope estaba petrificada. No podía ser. Un gran vació la invadió. ¿Cómo era posible? ¿Por qué seguía siendo el hombre travieso y aventurero que había conocido? ¿Por qué no había cambiado, madurado? Ahora tenía familia. Tenía un hijo. ¿Cómo podía ser tan irresponsable?
-Penélope, ¿estás bien?- preguntó Andrés muy preocupado al ver que la mujer había palidecido bruscamente.
Ella no reaccionaba. Estaba completamente ausente. Pensaba en que una travesura de Ulises podría acabar en tragedia. Su hijo podría quedarse huérfano y ella… Ella podría quedarse viuda. No pudo resistirlo más y rompió a llorar. Lo quería. Lo quería mucho y no quería perderlo.
Andrés la abrazó intentando consolarla.
-No te preocupes, lo van a encontrar… Y vivo.
-Llevaba dos días sin llamar. Pensaba que era normal, otras veces lo había hecho. Y mira ahora… - dijo Penélope entre lágrimas- ¡Es un irresponsable, eso es lo que es, un irresponsable!
Susana le preparó una tila doble y la obligaron a acostarse.
-Esta noche me quedo contigo. Yo cuidaré de Teo, tú simplemente descansa– dijo la niñera.
-No, de verdad vuelve a casa. Estoy bien- contestó Penélope con voz débil.
-Me da igual lo que digas, no te voy a dejar sola.
Susana se encargó de Teo y Penélope se quedó tumbada a oscuras intentando dormir. No podía parar de llorar. Se sentía sola nuevamente, quizá más sola que nunca. Pensó en su destino. Quizá volviera a Grecia con su familia. La razón de vivir en España era Ulises y su trabajo y si él no volvía… El simple hecho de imaginárselo muerto le dolía tanto… le dejaba casi sin respiración. Siguió pensando y llorando toda la noche y cuando la luz empezaba a filtrarse por las rendijas de su ventana, consiguió conciliar el sueño.
Se despertó con los ojos hinchados de tanto llorar. Se levantó y comenzó a andar por la casa sin rumbo fijo. Cuando volvió a la realidad estaba frente a la pantalla encendida de su ordenador. Conectó el messenger y se quedó pensativa mirando fijamente la frase “Lluvia y soledad”. Tan sólo hacía unos días que no hablaba con él, pero en estos momentos sentía que lo necesitaba, que necesitaba su compañía más que nunca. Volvió a poner el cursor sobre la frase y tras pulsar el botón derecho eligió la opción ADMITIR.



Penélope dice:
Hola, estás?

“Lluvia y soledad” dice:
Sí, estoy.

Penélope dice:
Perdona. Tenía que haberte dado al menos una razón, una explicación.

“Lluvia y soledad” dice:
Me sorprendió, pero en el fondo lo entiendo.

Penélope dice:
Necesitaba hablar contigo. Me siento tan mal, tan sola, tan angustiada…

“Lluvia y soledad” dice:
Estas bien? Qué te pasa? Cuéntame.

Penélope dice:
Mi marido…. No se sabe dónde está.

“Lluvia y soledad” dice:
Qué? Tranquilízate y cuéntame todo.

Penélope no pudo contenerse más y rompió a llorar nuevamente. Respiró hondo y le explicó a Icario todo lo que Andrés le había contado. Tras unos segundos de pausa fue Penélope la que propuso que se vieran. Había llegado la hora de hablar cara a cara.

domingo, 2 de diciembre de 2007

LA VERDADERA HISTORIA DE PENÉLOPE

3ª PARTE

Los días siguientes trascurrieron de forma tranquila. Penélope se sentía feliz de volver al trabajo y empezó a diseñar la nueva colección de primavera-verano. Sus compañeros, además, la recibieron con mucho entusiasmo, sin duda, era una persona que se hacía querer.
Ulises llamaba todos los días y le gustaba hablar con Teo aunque no recibiera contestación alguna. Penélope empezaba a sentirse culpable por no quererlo como antes. Era un buen hombre y el mejor padre del mundo. ¿Cómo podía pensar en serle infiel con alguien al que apenas conocía?
-No puedo hacerlo. Tengo que olvidarme de él. No volveremos a hablar siquiera. Es lo mejor. Lo mejor – se repetía.
Pero por las noches el sueño se repetía sin parar. Se estaba obsesionando con Icario y no quería. Así que una buena mañana, muy decidida, se levantó y se conectó al messenger. Icario no estaba, pero colocó el cursor del ratón sobre la frase “Lluvia y soledad” y pulso el botón derecho. Respiró hondo y eligió la opción NO ADMITIR. Todo había terminado.
Sintiéndose mejor consigo misma corrió hacia su habitación. Cogió a Teo y lo meció entre sus brazos tiernamente. El pequeño no parecía ni inmutarse. Permaneció allí, en penumbra, durante varios minutos más. Pero tenía que irse. Muy a su pesar volvió a posarlo sobre la cuna y salió de casa dejándolo con la niñera. Ese era un gran día.
En el trabajo, la cosa se complicó. Los preparativos del gran desfile de la última colección no iban tan bien como ella esperaba. Tras sus cuatro meses de ausencia, se topó con la realidad. Estuvo tan ocupada que no se acordó ni un instante de Icario y eso le gustó. Pero hay muchos más peces en el río…
- Penélope, un periodista de la revista Mode quiere hablar contigo. Quieren fotos de tu última colección y hacerte una entrevista ¿Qué le digo?- dijo Emilia, su secretaria.
- Vaya día. ¡Qué estrés! En fin, dile que pase.
Penélope siguió repasando los bocetos e intento imaginarse que tela iría mejor para ese estilo de prenda.
- Quizá seda en tonos pastel- pensó.
Estaba tan concentrada en lo que estaba haciendo que se olvidó por completo de que esperaba a alguien.
Sonó la puerta y ella se sobresaltó.
-Adelante- dijo con voz suave.
Se trataba de un hombre joven, moreno y con unos preciosos ojos negros. Penélope no pudo evitar sentirse atraída. Pensó que eso antes no le ocurría. Tiempo atrás sólo tenía ojos para Ulises, pero desde que vivían en Madrid todo había cambiado tanto… Prácticamente no veía a su marido. Evidentemente su sueldo y su trabajo eran mucho mejor que en Ítaca, pero el precio que tenía que pagar era estar cubriendo reportajes, muchas veces fuera del país, y abandonar literalmente a su esposa y ahora, también a su hijo.
El periodista resultó ser un gran profesional que lo tenía todo más que planificado. La entrevista la haría en los ratos libres de Penélope, así que se verían en los próximos días.
-Nos vemos mañana entonces- dijo con tono seductor Marcos, el periodista.
-¿Te parece a la hora de comer?- preguntó ella con una gran sonrisa.
-Estupendo, me encantará comer contigo- respondió él.
Comieron dos días seguidos y, tras mucho vino y muchas risas, la entrevista terminó por fin.
-Ha sido un honor trabajar contigo- dijo Marcos.
-Lo mismo digo.
-Pues me voy…- dijo él mientras recogía sus cosas- Aquí tienes, mi tarjeta. Llámame algún día.
-Lo haré –dijo ella, aunque los dos sabían que no era cierto.
La verdad es que se sentía alagada. Le gustaba sentirse deseada, incluso, querida. Hacía tiempo que no se sentía así. Y entonces se acordó de Icario. Intento alejar su recuerdo… Cogió un taxi y volvió a casa esperando ver a su hijo despierto, tenía ganas de abrazarlo, besarlo,… Era lo que más quería en el mundo.

sábado, 1 de diciembre de 2007

LA VERDADERA HISTORIA DE PENÉLOPE

2ª PARTE

El día que Teo nació, Penélope se sintió más sola que nunca. Ulises estaba de viaje cubriendo algún reportaje y su familia estaba tan lejos… Aunque conocía a mucha gente en Madrid echaba de menos su Grecia natal, su familia, sus amigos de siempre. Lloró día y noche durante varios días.
No se quejaba de su situación en España. Antes de quedarse embarazada todo iba sobre ruedas. Su vida era muy diferente. Ahora echaba de menos la moda. Echaba de menos sus colecciones, sus desfiles, sus diseños. Pero la baja por maternidad la había apartado de todo ello.
-Reposo absoluto- había dicho el médico.
Pero pronto cambiaría todo. Sólo faltaban unas horas para volver a la rutina de siempre después de cuatro meses de baja. Esta idea le hizo sonreír. La moda era lo que más le gustaba en el mundo. Sintió también una extraña sensación, quizá de tristeza, cuando pensó en el trabajo. Recayó en el precioso bebé que estaba a su lado. Lo quería tanto… no quería separarse de él pero si seguía encerrada entre esas cuatro pareces se volvería loca.
La habitación estaba en penumbra. El único ruido que se escuchaba era el leve suspiro de ese ser diminuto que dormía plácidamente en la cuna.
-Eres lo mejor que me ha pasado nunca. Te quiero tanto… no sabes cuánto…– dijo la madre a modo de susurro y permaneció unos minutos más en silencio absoluto observándolo con orgullo.
-Un café y a disfrutar del último día de mis largas vacaciones.
Sin más se levantó. Arrastró los pies hasta el salón, encendió su ordenador portátil y volvió a deslizarse hasta la cocina para preparar un café muy cargado. Una vez con su taza en la mano se sentó ante la pantalla, abrió el messenger y observó que sólo estaba conectado uno de sus escasos contactos. “Lluvia y soledad” ponía junto al muñequito verde. Penélope sonrió y comenzó la conversación con Icario.



Penélope dice:
Buenos días buen hombre, jeje.

“Lluvia y soledad” dice:
Qué madrugadora no?

Penélope dice:
Son las 11 de la mañana…

“Lluvia y soledad” dice:
Pero no tienes nada que hacer. Sólo dedicarte exclusivamente a hablar por el msn. Yo me lo pensaría… J

Penélope dice:
Pues sí. Pero ya no puedo dormir más y tengo que cuidar de mi hijo, te acuerdas? Estoy muyyyyyyyyy contenta, mañana empiezo otra vez a trabajar.

“Lluvia y soledad” dice:
Es verdad. Se acabaron las largas horas ante el ordenador.

“Lluvia y soledad” dice:
Te voy a echar de menos, me había acostumbrado a hablar contigo a todas horas. A cualquier hora. Ahora tendré que aprender a vivir sin ti…L

Penélope dice:
No digas tonterías, seguiremos hablando.

“Lluvia y soledad” dice:
Por cierto, tu marido no se iba hoy a Bagdad?

Penélope dice:
Y se ha ido… Se le han saltado las lágrimas al despedirse de Teo, sé que quiere mucho a su hijo y es la primera vez que lo abandona durante tantos días…

“Lluvia y soledad” dice:
Es su hijo, que esperabas?

Penélope dice:
Ya lo sé, pero no puedo evitar sentirme un poco celosa…cuando me deja a mí, su mujer, con la que va a pasar todos los días de su vida, con la que va a estar en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad y bla, bla, bla, bla… no parece entristecerse.

Penélope dice:
Ni siquiera cuando estaba tan gorda que no podía ni moverme.

“Lluvia y soledad” dice:
Es tu marido y te quiere, pero tiene un trabajo muy absorbente…

Penélope dice:
Su familia no es más importante?

“Luvia y soledad”:
Tienes que intentar entenderlo… Tú también tienes un trabajo al que le dedicas mucho tiempo.

Penélope dice:
Lo sé, pero él no se siente sólo. Nunca se ha sentido sólo y yo sí.

“Lluvia y soledad”:
Tú me tienes a mí…

“Lluvia y soledad”:
Te veo un poquito pesimista no? Te propongo algo, quedamos y tomamos un café? Algún día tendremos que vernos cara a cara no?


Hubo una larga pausa. Penélope no se lo esperaba. Una cosa era hablar con él por internet que no tiene nada de malo y otra muy distinta quedar con él…verlo en persona. Tenía miedo. Sí, el miedo le invadía y sin darse cuenta empezó a temblar.


“Lluvia y soledad”:
Creo que no pasa nada por vernos.

Penélope dice:
Creo que no es una buena idea.

“Lluvia y soledad”:
Sólo es un café…

Penélope dice:
Sabes que no es sólo un café…

“Lluvia y soledad”:
Vale, te prometo que no voy a insistir más en lo que siento por ti, estas casada y lo sé.
Sólo quiero verte cara a cara.

Penélope dice:
Icario, no es una buena idea, de verdad que no y ahora tengo que irme, Teo se ha despertado y tiene que comer. Hablamos luego.


Sin esperar respuesta, Penélope cerró sesión. Estaba muy asustada. Los pensamientos le absorbieron.
-Quiero verlo y no estoy bien con Ulises… Pero no se merece esto. Es el padre de mi hijo. De mi único hijo…
-No, no quiero verlo. Es mejor que no lo vea. ¿Y si me estoy enamorando? Es más fácil huir. No quiero complicarme así la vida o ¿sí? Estoy tan sola… Últimamente sólo lo tengo a él. ¿Qué tiene de malo tomar un café?
Estuvo pensando y pensando largo rato, era muy difícil decidirse. Y finalmente, llegó a la mejor conclusión y, quizá, la más sabia: Ante la duda mejor no.

viernes, 30 de noviembre de 2007

LA VERDADERA HISTORIA DE PENÉLOPE

1ª PARTE

Era una mañana fría. Él se levantó intentando hacer el mínimo ruido posible, pero un llanto sonó más y más fuerte en la habitación. Penélope abrió los ojos y pudo ver que su marido se disponía a coger al bebé con lágrimas en los ojos.
Tiempo atrás, Penélope habría llorado, pero tal y como estaban las cosas no notaría mucho la diferencia.
- Tengo que irme ya –dijo una voz grave.
- Lo sé.
Penélope se sintió sucia. Hacía tiempo que no sentía nada cuando besaba a su marido. Era pura obligación.
-Te llamaré en cuanto llegue. Cuida mucho al pequeño Teo.
- Lo haré, no te preocupes.
Sin más, el hombre salió de la habitación y Penélope volvió a tumbarse en la cama. Aún era muy temprano y el bebé volvía a dormir profundamente.
Unos minutos después la puerta sonó. Penélope se quedó boquiabierta.
- ¿Qué haces aquí?
- ¿Estás sola? - preguntó él.
- Sí. Pasa.
Ella se encaminó hacia el dormitorio y él la siguió.
-Tenía tantas ganas de verte… no podía esperar más – dijo Icario.
-Todavía no puedo creerme que hayas venido hasta aquí – contestó Penélope- ¡Estoy tan contenta…!
-Este debe de ser el pequeño Telémaco – dijo mirando al niño. - Es un bebé precioso. Se parece a su madre.
Después de estas palabras el silencio se adueñó de todo. Icario y Penélope se miraban nerviosos y sonrientes. Él se acercó lentamente y se besaron.
De repente Penélope despertó. Era un sueño, un simple sueño. Pero un sueño que se repetía día tras día desde hacía más de un mes.
Desde hacía tiempo Ulises estaba especialmente ocupado en su trabajo. Penélope se sentía muy sola así que un buen día decidió meterse en uno de esos chat de los que tanto habla la gente.
Al principio no le gustó demasiado. Una panda de pirados, hablando de sexo principalmente, no era lo que ella buscaba. Solo quería a alguien con quien hablar, alguien que le hiciera compañía durante sus largas horas de soledad. Y tras muchos hombres movidos por hormonas y sus espantosos métodos de ligar, lo encontró.
Su nick era Icario y desde el momento que lo vio aparecer en pantalla sintió un profundo deseo de hablar con él. Su padre se llamaba Icario y siempre lo consideró un hombre comprensible y, lo más importante, inteligente.
Dudó varios minutos antes de abrir un privado. ¿Y si no era como esperaba?
-¡Y qué más da! – Se dijo- visto lo visto, tampoco se puede empeorar más la situación…
Finalmente se decidió. Y fue una gran sorpresa. No recibió respuesta alguna… el nombre de Icario desapareció de la pantalla.
Obsesionada con el hecho de hablar con ese hombre misterioso y descubrir su identidad se conectó varios días seguidos y no lo encontró. Pero cuando iba a darse por vencida, y como siempre sucede en todas las historias, apareció de nuevo el nombre de Icario ante sus ojos. Rápidamente Penélope abrió un privado y esta vez sí hubo respuesta.
Al principio la conversación fue más bien tímida. Preguntas como ¿cuál es tu nombre? o ¿a qué te dedicas? Se hicieron dueñas del ciberespacio.
Sin embargo, pronto el rumbo de las palabras desembocó en canciones, películas, y sobre todo libros, algo que parecía interesar mucho a los dos. Ese día trascurrieron horas y horas delante del ordenador.
-Tengo que confesarte algo… es la primera vez que hago esto – dijo ella.
-¿Hablar de libros?
Penélope rió con ganas.
-No me refería a eso exactamente. Me refiero a que es la primera vez que entro en un chat.
- ¿Y? ¿volveremos a hablar? Dime que sí...
-En realidad…lo he pasado muy bien pero tendré que pensarlo.
Y se lo pensó. Durante los primeros días decidió que no volvería a hacerlo. Pero es que realmente ¿qué tenía de malo hablar con alguien a través de una pantalla de ordenador? Nada. Probablemente nada. Al tercer día volvió a buscar a Icario en el mismo chat. Así empezaron a hablar día tras día durante horas. Se hacían compañía el uno al otro.
El problema es que sin quererlo Penélope se estaba ilusionando con una persona de la cual no sabía más que su nombre y aficiones. Su actitud con Ulises empezó a cambiar. Él pensó que se debía a su avanzado estado de embarazo, pero estaba muy equivocado. Y después se descubriría.

Penélope y Ulises

Tanto Penélope como Ulises han influido poderosamente en la cultura occidental. Algunos pasajes de la historia se han incorporado al folclore popular, y numerosos autores los han incorporado en obras literarias, de teatro, historieta, cine, televisión,...
Un ejemplo sería la comedia El mayor encanto, amor, de Pedro Calderón de la Barca, o la película Son de Mar, de Bigas Luna que está basada en la novela de Manuel Vicent.
Yo, al igual que otros muchos, me he dejado impresionar por dicha historia y he querido crear mi propia versión. Eso sí, una versión libre y moderna.

Penélope


Penélope es hija de Icario, rey de Esparta y mujer de Ulises, rey de Ítaca.
En la vida de Ulises falta alguien. Alguien que le otorgue calma en las horas de angustia y alivie el peso de su soledad. Para cumplir los designios del Destino, él necesita una compañera. Elige la mujer más bella de Grecia; Helena, hija de Tíndaro rey de Esparta. Pero cuando llega allí, dispuesto a pedir la mano de la muchacha, se encuentra con una desagradable sorpresa: Helena tiene tantos pretendientes que para conseguirla tendría que desatar una guerra. Al saber de la presencia de Ulises en su corte, Tíndaro lo manda a llamar inmediatamente. El rey, nervioso, confiesa a su visitante que teme el comienzo de un grave conflicto, desencadenado por la pasión que su hija ha despertado en tantos hombres al mismo tiempo. Ulises desiste del matrimonio con la princesa. Pero, apenado por la situación de Tíndaro, imagina un ardid que le sería fatal: El hombre elegido por Helena debería ser respetado por los pretendientes rechazados. En cuanto a éstos prometerían ayudar al elegido a conservar a su lado a su mujer. Tal la condición fundamental para los candidatos a la mano de la bella. O se rendían a la imposición, o perdían la oportunidad de desposar a la princesa. Con voz grave el rey de Esparta se dirige a la multitud y les comunica el extraño juramento. Ulises se prepara para dejar la corte de Tíndaro y emprender el viaje de retorno, cuando una figura femenina llama su atención. Es Penélope, prima de Helena, que ha venido a aconsejar a la princesa en indecisión. Enamorados a primera vista, ambos jóvenes recorren mudos la estancia del palacio. Una fuerza mágica los une en un largo beso. Poco después y como si se conocieran desde hace años parten juntos para Ítaca. Ni los dioses, ni los hombres, ni el propio Destino podrán separarlos definitivamente.
Inclinada sobre la blanca cuna Penélope entona suaves melodías para acunar al pequeño Telémaco. En el balcón Ulises mira el cielo estrellado. Ni Ulises ni Penélope se imaginan que les aguarda una tempestad de acontecimientos contarios a la alegría y contrarios al amor. La noticia no tarda en llegar; Helena ha sido raptada por Paris, príncipe troyano, y su marido Menelao, convoca a todos los guerreros griegos para luchar a su lado (Ulises, mudo de espanto recuerda la estratagema que se ideó para ayudar a Tíndaro, los pretendientes de Helena deberían ayudar al elegido a conservar a su mujer). Desesperado, intenta simular locura, aunque finalmente es descubierto y parte a la guerra.
Aunque su marido estuvo ausente durante más de veinte años como consecuencia de la guerra de Troya, Penélope nunca dudó de que él regresaría, así que se mantuvo fiel. La cortejaban muchos pretendientes, que llevaban una vida espléndida y cometían excesos en el palacio de Ulises. . Penélope contuvo sus intenciones con el pretexto de que debía acabar una mortaja que estaba tejiendo para Laertes, su suegro. Cada noche deshacía la labor que había completado durante el día y, por este medio, evitaba tener que elegir un marido. Sin embargo, la estratagema se descubrió al ser delatada por una sirvienta, y los nobles comenzaron a insistir en una inmediata decisión de matrimonio. A pesar de los veinte años de agonía y espera, cuenta Eumeo, la reina es aún joven y bella. Y vive asediada por decenas de pretendientes que, seguros de su viudez, quieren casarse con ella. Nada consigue alejarlos de palacio. La diosa Palas Atenea puso en su corazón el deseo de mostrarse a los pretendientes, y aunque algo reticente por no haberse acicalado desde el día en que su esposo partió hacia Troya, su vieja ama la animó a hacerlo. Mientras tanto Ulises había regresado a Itaca, disfrazado de mendigo, y observando la situación. Al ver al falso mendigo en el umbral de la puerta, los hombres lo abofetean y le arrojan vino en la cara. Llega la noche. Con Telémaco, Ulises reúne todas las armas que consiguen encontrar en palacio y se prepara para el ataque. Penélope, siempre esperando la llegada del esposo, pero aún sin sospechar que éste sea el forastero andrajoso, entra en la sala donde están los pretendientes y, con una nueva estratagema en la mente, anuncia que desposará a aquel que consiga tirar la flecha con el arco de Ulises, atravesando doce orificios hechos en otros tantos cabos de hachas puestos en fila. Traen el arma. Uno a uno, los candidatos intentan tender el arco, pero aún usando de toda su fuerza, nada consiguen. Entonces se aproxima el anciano mendigo. Todos se burlan de su figura grotesca. Lo desafían. El finge gran esfuerzo para tender el pesado arco. Pero alcanza el blanco fácilmente y, después, riendo, vuelve a colocar flechas en el arco y mata uno a uno los pretendientes. Al saber Penélope de quien se trata, la reina no puede creer en tanto bien, tanta alegría. Como loca, sale corriendo por los salones del palacio en busca de su marido. Lo encuentra sin tardar. Frente a frente, en el centro de la sala, los esposos se miran extasiados. Después lentamente sin hablar palabra entran en el cuarto conyugal. Y se aman como si fuese la primera vez, como en su luna de miel.

martes, 27 de noviembre de 2007

Rómulo y Remo

Al caer Troya a manos de los griegos, sólo el príncipe Eneas, consiguió escapar del apocalipsis. Llevando a su padre en los hombros y a su pequeño hijo Ascanio de la mano, Eneas pudo embarcarse mientras las llamas devoraban la ciudad. Después de un largo viaje tocó tierra en la península itálica. Tras muchas peripecias, se estableció allí y su nieto fundó la ciudad de Alba, donde sus descendientes reinaron. Uno de dichos descendientes, Numitor fue destronado por su hermano Amulio. Temeroso de que algún día amenazaran su trono, el primer acto de gobierno de Amulio fue ordenar que los dos gemelos que había dado a luz su sobrina, Rea Silvia (hija de Numitor), fueran ahogados en el Tíber. La orden fue desobedecida y los hermanos, colocados en una cesta, flotaron a la deriva hasta que el río los depositó suavemente en su orilla. Una loba al ver a los pequeños llorando de hambre los amamantó. Los niños crecieron, junto a la loba, sanos y fuertes, pero su padre, el dios Marte, pronto comprendió que los gemelos necesitaban el calor humano para desarrollarse y los confió al cuidado de un pastor llamado Faustulo y su esposa, que los criaron como hijos y les dieron el nombre de niños Rómulo y Remo.
Después del paso de los años, Rómulo y Remo, descubren sus orígenes y deciden acabar con el hombre que les condenó, su tío Amulio y restaurar el orden devolviendo el poder a su abuelo Numitor.
Por ello se les asigna la propiedad de las tierras que les vieron crecer, en el monte Palatino. Los dos hermanos decidieron fundar una ciudad, la futura Roma, en una llanura del río en el preciso lugar en donde embarrancó la cesta. Trazaron con un arado el perímetro según el rito etrusco y Rómulo juró matar a todo aquel que traspasara los límites sin permiso.
Discutiendo sobre el nombre de la ciudad decidieron que lo elegiría aquel que avistase más pájaros, prueba que superó Rómulo y otorgó a la ciudad el nombre de Roma (muy similar a su nombre y en parte basado en la heroína Roma). Remo, enojado, discutió con Rómulo y borró el surco de los límites de la futura ciudad. Cumpliendo el juramento, Rómulo lo mató.
Como fundador de Roma se le atribuyen las antiquísimas instituciones de la ciudad. Existen varias versiones de la muerte de Rómulo, bien por una tempestad provocada por su padre Marte o bien asesinado por unos senadores discrepantes. En honor a la fecha de su desaparición se celebraban las fiestas Nonas Caprotinas.


El descubrimiento llevado a cabo por el arqueólogo Andrea Carandini, parece confirmar la leyenda del asentamiento de los fundadores de Roma en el siglo VIII a.C. y el mito de la fundación de la ciudad a manos de Rómulo y Remo.Se trata de un gran complejo de 345 metros cuadrados, de los cuales 105 eran cubiertos, en el que supuestamente habitaron los primeros reyes de Roma y que estaba "construido con técnicas rústicas reflejadas en los techos de materiales vegetales", señaló el arqueólogo.Los arqueólogos también han hallado las ruinas de una construcción con forma ovalada y doce metros de largo, donde se cree que ardía el fuego sagrado que las sacerdotisas tenían la obligación de mantener siempre encendido, como era costumbre en los ritos religiosos romanos, indicó Carandini.Para Carandini, la leyenda de los dos hermanos es "una fantasía determinada por hechos históricos, por lo que su núcleo tiene una base real", algo que finalmente podría quedar probado con el resultado de estas excavaciones.El que se cree fue el Palacio de los Reyes se mantuvo ocho siglos hasta el año 64 después de Cristo, según el arqueólogo, que aseguró que estos hallazgos representan la clave para entender en su conjunto los primeros asentamientos que consolidaron la fundación de Roma.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Tributo a mi tierra

El olivo, sus frutos y el aceite de oliva, están muy vinculados a la cultura griega, como podemos apreciar en la mitología. Según cuenta la leyenda, Atenea instaló el olivo en la polis que lleva su nombre (Atenas), durante la lucha con Poseidón por la supremacía en la protección de la ciudad. Para calmar la contienda, Zeus intervino y prometió conceder el dominio de aquel territorio a quien fuera capaz de aportar el regalo más útil para la humanidad. Poseidón llevó un caballo, animal resistente, veloz y capaz de aliviar el trabajo de los hombres; Atenea, en cambio, apareció con una pequeña ramita retorcida entre las manos, de sutiles hojuelas de color verde argénteo. Poseidón ya estaba saboreando la victoria cuando Atenea empezó a explicar las extraordinarias propiedades del olivo: una planta fuerte, capaz de vivir largos años y de producir frutos apetitosos y sabrosos, de los que los hombres podían extraer un líquido ideal para sazonar la comida (el aceite de oliva), dar fuerza al organismo, aliviar las heridas y también alumbrar la noche. La victoria de la diosa fue aplastante. Zeus decretó vencedora a Atenea, al donar a los ciudadanos la planta más útil y le fue concedida la soberanía sobre toda la región.
Como buena jiennense, un tributo a mi tierra y al aceite de oliva.









martes, 13 de noviembre de 2007

Venus de Milo

La Venus de Milo es una estatua que mide 2,05 metros de altura y representa a Afrodita, la diosa griega del amor y la belleza. El autor es anónimo y pertenece al periodo helenístico de la escultura griega (siglo II a.C.). Está considerada como la escultura clásica realizada en mármol más conocida del mundo antiguo.
La estatua se encontró en dos pedazos en 1820 en la isla egea de Melos, llamada también Milo, por un campesino denominado Yorgos. Esto habría servido también como un retruécano en el nombre de la isla Melos, que significa manzana en el idioma griego. Cerca de la estatua se encontraron un fragmento de un antebrazo y la mano con una manzana y estos restos son considerados parte de sus brazos. Yorgos la escondió de las autoridades pero fue descubierto posteriormente por funcionarios turcos, que cogieron la escultura. Un oficial naval francés, Jules Dumont, reconoció su valor y arregló su compra para el embajador francés en Turquía, el Marqués de Riviere. Después de algún trabajo de reparación, la estatua fue presentada al Rey Luis XVIII en 1821. El finalmente la entregó al Museo del Louvre en París, donde todavía se muestra hoy a la admiración pública.
Después de haber hallado la estatua, se hicieron numerosas tentativas para reconstruir su postura, aunque nunca se restauró.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Amor y Psique


Cuenta una hermosa leyenda grecorromana que existió un Rey que tenía tres hijas de gran belleza. La más joven de las hermanas, Psique, era, sin duda, las más bella y agraciada de todas. Su exquisita hermosura y encanto eran tales que los súbditos del reino olvidaron su devoción a Venus y, en su lugar, adoraron a Psique, a la que aclamaban como su diosa de la belleza.
Ofendida la diosa no pudo soportar semejante humillación, ni ver como sus templos permanecían desiertos mientras de tributaban honores a la bella Psique. Ordeno a su hijo Cupido que hiciera que la joven se enamorase del ser más monstruoso de toda la tierra, esperando que eso le sirviese de castigo ejemplar. Partió veloz Cupido con sus arcos y flechas para cumplir las órdenes de Venus. Pero cuando tuvo a Psique frente a él no pudo evitar enamorarse de tan bella criatura. Como no quería enojar a su madre ideó un plan para calmar su ira y a la vez disfrutar el amor de Psique.
La oportunidad que esperaba Cupido se presento cuando el Rey acudió a un oráculo para consultar por qué sus dos hijas mayores se habían casado y la pequeña, siendo la más hermosa de todas, no encontraba pretendiente. El oráculo, que no era si no la voz de Cupido, ordenó al Rey que vistiera a su hija con sus mejores galas y la abandonase en lo alto de una colina para recibir en matrimonio a un terrible monstruo volador dotado de la ferocidad de una víbora, y ante el cual temblaba hasta el mismo Zeus.
El Rey a pesar de su desesperación y de los gemidos y lamentos del cortejo nupcial ejecuto las órdenes de los dioses y abandono a Psique en lo alto de la montaña. Allí permaneció Psique paralizada por el miedo, hasta que llego Céfiro, el viento del este, la levanto por los aires y la llevó volando hasta una florida pradera donde la deposito sana y salva, y donde se durmió plácidamente. Cuando despertó a la mañana siguiente, Psique observó que más allá de la perfumada pradera se encontraba lo que parecía un palacio de oro, plata y piedras preciosas.
La joven, curiosa y admirada, se aproximó al palacio donde unas voces la animaron a entrar. Psique abrió la puerta de oro y contempló extasiada el más bello de los palacios; Encontró lujosas salas con exquisitas alfombras, costosas cortinas de brocados y ricas tapicerías. En una de esas salas se encontraba una bañera de oro llena de agua cálida y espumosa, y se dispuso para tomar un placentero baño. En esa misma habitación halló también un enorme armario repleto de hermosos vestidos y una confortable cama. Una vez que estuvo lista bajó las escaleras guiada por sirvientes invisibles y entró en el comedor principal. Ya había caído la noche y tan solo una vela iluminaba la gran sala.
Psique recordó el oráculo y creyó que la esperaba el terrible monstruo. Sin embargo, oyó una dulce voz que le pedía que se aproximara. Obedeció la joven embriagada por que aquella voz y por el agradable olor que se desprendía. Entonces sintió el suave tacto de su pie y un escalofrío de placer recorrió su cuerpo y, entonces, se dio cuenta que aquella voz, perfume y tacto no podían pertenecer a ningún monstruo, y se entrego totalmente al amor que le ofrecía su misterioso esposo.
Tras una noche de amor apasionada, el marido se desprendió de su esposa rogándole tiernamente que si le amaba no debía intentar nunca averiguar su nombre o vislumbrar su rostro, pues de lo contrario se vería obligado a marcharse de su lado para nunca más volver. Psique prometió solemnemente respetar los deseo de su oscuro esposo, aunque secretamente deseaba observar su semblante.
Pasaron los días y Psique se sentía más feliz que nunca. Dormía durante el día para gozar el amor por la noche. Sin embargo, las horas de soledad que pasaba a la espera de la caída de la noche hicieron que sintiera nostalgia del hogar. El ardiente esposo y amante no pudo negar a su bella esposa su deseo de visitar a su familia. De nuevo fue transportado por Céfiro y llegó a su hogar, donde fue recibida por sus hermanas y su padre.
Psique le relató todo lo que había pasado así como el amor que sentía por su enigmático esposo. Las hermanas de Psique se murieron de envidia al ver la felicidad de esta, que parecía aun más hermosa. Ellas, aunque estaban casadas con dos hombres ricos, no habían conocido a la pasión que la hermana pequeña estaba viviendo junto a su marido. Para acabar con esta dicha, las envidiosas hermanas introdujeron la duda en el corazón de Psique, incitándola a descubrir a su marido, diciéndole que este debía ser un monstruo puesto que no quería ser visto.
Cuando Psique volvió al palacio junto a su marido, la duda le quemaba en el estómago, y esa misma noche, tras esperar que este cayera dormido, tomó un candil y se acercó para iluminarle. En vez de hallar un monstruo horrible como esperaba, halló a Cupido, el más bello y encantador de los dioses. Deslumbrada por su belleza, quiso observarlo mejor y se acerco aún más con tan mala fortuna que una gota de aceite hirviendo cayó sobre el hombro de su divino esposo. Este se despertó sobresaltado y, dolorido, reprochó a Psique su falta de confianza y, como le había jurado, desapareció.
Psique enloqueció de dolor y marchó en su búsqueda. Recorrió toda Grecia pero no pudo encontrarlo. Desesperada, se dirigió a Venus, quien, encantada de poder vengarse de la joven, la retuvo a su servicio en el palacio. Allí mismo, la diosa había encerrado a Cupido en lo alto de una torre como castigo a su desobediencia.
Venus le dijo a la desgraciada joven que si quería recuperar los favores de su hijo debería superar unas pruebas. Psique acepto presurosa sin ni siquiera preguntar de qué se trataba. Primero le ordenó la diosa separar los granos de siete clases de cereales, que ella misma había mezclado, de una montaña tan alta como ella. La joven completó con éxito la tarea encomendada gracias a la ayuda de unas hormigas que se habían apiadado de ella. Después, le pidió que sacara un cubo de agua de la laguna Estigia famosa por ser inaccesible, cosa que pudo hacer con la ayuda de un águila. Consiguió también amansar el terrible Cancerbero para poder llegar hacia el trono de Proserpina, en el lugar más profundo del infierno, y poder llevar a Venus el secreto de la belleza de la reina de las sombras. Proserpina le dio a la joven un cofre que contenía un ungüento, el cual tenía el poder de restablecer la belleza a quienquiera que fuera untado con él, y cuya receta tan solo era conocida por la oscura diosa.
Cuando estaba a punto de entrar al palacio de Venus, Psique pensó que si aquel ungüento era en verdad tan eficaz, ella misma podría usar un poco para, de este modo, borrar las huellas del sufrimiento, que ensombrecían su rostro. Abrió el cofrecito, que en realidad contenía el espíritu del sueño, y calló en un profundo y dulce sueño.
Céfiro corrió hasta los aposentos de Cupido y le contó todo lo que Psique había hecho para recuperar su amor y el triste final de la joven. Cupido, emocionado y conmovido, escapó con la ayuda de su fiel amigo. Mientras permaneció encerrado en aquella torre, el bello dios había languidecido de amor por Psique y cuando la encontró dormida forcejeo con el maligno espíritu hasta que consiguió que volviera a regresar a los estrechos confines de su prisión, tras lo cual despertó a Psique con un dulce beso.
Venus no pudo permanecer insensible a aquel bello amor ni un momento más y accedió a la unión, perdonando a Psique. Fue ella misma quien tomó a ambos y los presentó al consejo de los dioses en el Olimpo, quienes aceptaron de buen grado que la joven bebiera la ambrosía y el néctar para convertirse en inmortal y así vivir un amor eterno junto a Cupido.

Apología de Sócrates


"Sin embargo, tampoco por el hecho de morir injustamente tengo que tener menos alta la cabeza, porque la vergüenza no es para mí sino para quienes me condenaron. Me consuela todavía el recuerdo de Palamedes, que murió de manera muy semejante a la mía. Aun ahora sigue inspirando cantos muchos más hermosos que Odiseo, que injustamente ocasionó su muerte. Sé que también testimoniarán en mi favor el futuro y el pasado, haciendo ver que jamás hice daño a nadie ni volví peor a ninguna persona, sino que hacía el bien a los que conversaban conmigo, enseñándoles gratis todo lo bueno que podía".
Apología de Sócrates

En el 399 a. C., en el marco de la democracia ateniense restaurada,
Sócrates fue acusado de asebeia (impiedad) y de corromper a los jóvenes. Tras el juicio realizado por el Tribunal de los Heliastas, el filósofo fue condenado a muerte. Murió a los 70 años de edad, aceptando serenamente la condena e ingiriendo cicuta.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Los efectos del amor (Safo)




"Me parece que es igual a los dioses
el hombre aquel que frente a ti se sienta,
y a tu lado absorto escucha mientras
dulcemente hablas y encantadora sonríes.
Eso a mí el corazón en el pecho me arrebata;
apenas te miro y entonces no puedo
decir ya palabra.
Al punto se me espesa la lengua
y de pronto un sutil fuego me corre
bajo la piel, por mis ojos nada veo,
los oídos me zumban,
me estremezco, más que la hierba pálida
estoy, y apenas distante de la muerte
me siento, infeliz."



Entre los antiguos poetas griegos, siempre ha destacado Safo, no sólo por ser la única gran figura femenina en ese mundo masculino, sino por su exquisita personalidad y sensibilidad. Es, ante todo, la poetisa del amor, de la pasión erótica y la nostalgia amorosa.

Los cínicos

“Los cínicos enseñaron que la verdadera felicidad no depende de cosas extremas como el lujo, el poder político o la buena salud. La verdadera felicidad no consiste en depender de esas cosas tan fortuitas y vulnerables, y precisamente porque no depende de esas cosas puede ser lograda por todo el mundo. Además, no puede perderse cuando ya se ha conseguido […]
El más famoso de los cínicos fue Diógenes, que era discípulo de Antístenes. Se dice que él habitaba en un tonel y que no poseía más bienes que una capa, un bastón y una bolsa de pan. (¡Así no resulta fácil quitarle la felicidad!). Una vez que estaba sentado tomando el sol delante de su tonel, le visitó Alejandro Magno, el cual se colocó delante del sabio y le dijo que si deseaba alguna cosa, él se la daba. Diógenes contestó: “Sí, que te apartes y no me tapes el sol” […]
Los cínicos tuvieron importancia para la filosofía estoica […] Su fundador fue Zenón, que era originario de Chipre pero que se unió a los cínicos después de un naufragio […] Los estoicos subrayaron además que todos los procesos naturales, tales como la enfermedad y la muerte, siguen las inquebrantables leyes de la naturaleza. Por tanto el ser humano ha de conciliarse con su destino. Nada ocurre fortuitamente, decían. Todo ocurre por necesidad y entonces sirve de poco quejarse cuando el destino llama a la puerta. El ser humano también debe reaccionar con tranquilidad ante las circunstancias felices de la vida […]
Epicuro decía que era importante que el resultado placentero de una acción fuera evaluado siempre con sus posibles efectos secundarios. Si alguna vez te has puesto mala por haber comido demasiado chocolate, entenderás lo que quiero decir. […] No obstante, Epicuro señaló que el «placer» no tenía que ser necesariamente un placer sensual, como, por ejemplo, comer chocolate. También pertenecen a esta categoría valores tales como la amistad y la contemplación del arte. Condiciones previas para poder disfrutar de la vida eran los viejos ideales griegos tales como el autodominio, la moderación y el sosiego, pues hay que frenar el deseo. De esta manera también la calma nos ayudará a soportar el dolor.”
Jostein Gaader, El mundo de Sofía.

Se trata del fragmento de un libro escrito en 1991. En él una persona explica, de manera amena y comprensible, a una niña de quince años, la historia de la filosofía, así como sus momentos y representes más importantes.

Ítaca


“Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo ,
y rico en aventuras y experiencias.
A lestrigones, cíclopes o fiero Poseidón,
nunca temas.
No hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
Nunca a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni al fiero Poseidón encontrarás
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.
Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas
de verano en que arribes a bahías
nunca vistas, con ánimo gozoso.
Detente en los emporios de Fenicia,
adquiere hermosos artículos:
madreperla y coral, ámbar y ébano,
Perfumes deliciosos y diversos
-cuanto puedas invierte en voluptuosos
y delicados perfumes.
Visita muchas ciudades egipcias y
aprende, con avidez, de los sabios.
A Ítaca siempre en la memoria.
Llegar allá es tu meta,
mas no apresures el regreso.
Mejor que se dilate largos años
y, en tu vejez, arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Un hermoso viaje te dio Ítaca.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentras, no hubo engaño.
Rico en saber y en vida como has vuelto,
comprendes qué significan las Ítacas.”

Constantino Cavafis.


Este poema escrito por este poeta griego fue escrito en el año 1911 y es una clara muestra de la pervivencia del viaje de Ulises en la literatura universal. La cultura clásica pervive y está en todas partes.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Proserpina

Proserpina era la hija de Ceres y Júpiter, y se le describía como una joven sumamente encantadora.
Venus, para dar amor a Plutón, envió a su hijo Amor (también conocido como Cupido) para que acertase a Plutón con una de sus flechas. Proserpina estaba en Sicilia, en la fuente de Aretusa, donde jugaba con algunas ninfas y recogía flores. Entonces Plutón surgió del cercano volcán Etna con cuatro caballos negros y la raptó para casarse con ella y vivir juntos en el Hades
.
Su madre Ceres, diosa de los cereales o la Tierra, marchó a buscarla en vano por todos los rincones del mundo, pero no logró encontrar más que un pequeño cinturón que flotaba en un pequeño lago. En su desesperación Ceres detuvo enfurecida el crecimiento de frutas y verduras, cayendo así una maldición sobre Sicilia. Ceres rehusó volver al Olimpo
y empezó a vagar por la tierra, convirtiéndose en desierto lo que pisaba.
Preocupado, Júpiter envió a Mercurio para que ordenar a Plutón que liberase a Proserpina. Éste obedeció, pero antes de dejarla ir le hizo comer seis semillas de granada (un símbolo de fidelidad en el matrimonio), de forma que tuviese que vivir seis meses al año con él, pudiendo permanecer el resto con su madre. Ésta es pues la razón de la primavera: cuando Proserpina vuelve con su madre, Ceres decora la tierra con flores de bienvenida, pero cuando en el otoño vuelve al Hades, la naturaleza pierde sus colores.

Aurora



La Aurora es la mensajera del Sol y precede al nacimiento del día. Con sus rosados dedos abre las puertas de Oriente, esparce sobre la tierra el rocío y hacer crecer las flores. El sueño y la noche huyen a su presencia, y a medida que ella se acerca, las estrellas desaparecen.

Orión

Orión era un hermoso mancebo y un cazador infatigable. Sobresalía entre todos los héroes de su tiempo por su estatura y por su fuerza. Diana le eligió para que formara parte de su séquito y le confirió los primeros empleos de su corte, prodigándole patentes muestras de su protección bienhechora; suerte afortunada que parecía que no había de acabarse jamás. Pero su vanidad fue la causa de su ruina. Un día después de llevar a cabo una brillante cacería y mientras era objeto de halagadores elogios, se jactó de que no había monstruo alguno ni en las selvas, ni en los montes, ni en el desierto, con el que no pudiera acabar y prosiguió apuntando que ni las panteras, ni los tigre, ni los leones le producían espanto alguno. La Tierra, que se creyó desafiada por tanta jactancia, mandó contra este gigante un simple escorpión cuya mordedura le causó la muerte. Desconsolada Diana por la muerte de uno de sus más intrépidos cazadores, consiguió que Júpiter lo transportara al cielo y lo colocara entre los astros, donde aún hoy forma una de las más brillantes constelaciones del firmamento: la constelación de Orión.



domingo, 14 de octubre de 2007

Laocoonte


[…] Las serpientes fueron directamente
hacia Laocoonte. Primero, cada una de
ellas se enredó alrededor del cuerpo de
los hijos pequeños del sacerdote,
apretándolos fuerte, envenenándolos […].
Virgilio, La Eneida (II, 59-70)

miércoles, 10 de octubre de 2007

Lisístrata


Lisístrata.- Voy a decíroslo, pues no tiene ya que seguir oculto el asunto. Mujeres, si vamos a obligar a los hombres a hacer la paz, tenemos que abstenernos...


Cleonice.- ¿De qué? Di.


Lisístrata.- ¿Lo vais a hacer?


Cleonice.- Lo haremos, aunque tengamos que morirnos.


Lisístrata.- Pues bien, tenemos que abstenernos del cipote. ¿Por qué os dais la vuelta? ¿Adónde vais? Oye, ¿por qué hacéis muecas con la boca y negáis con la cabeza? ¿Por qué se os cambia el color? ¿Por qué lloráis? ¿Lo vais a hacer o no? ¿Por qué vaciláis?


Cleonice.- Yo no puedo hacerlo, que siga la guerra.


Mírrina.- Ni yo tampoco, por Zeus: que siga la guerra.


Lisístrata.- Y, ¿tú eres la que dice eso, rodaballo?. ¡Si hace un momento decías que te dejarías cortar por la mitad!.


Cleonice.- Otra cosa, cualquier otra cosa que quieras. Incluso, si hace falta, estoy dispuesta a andar por fuego. Eso antes que el cipote, que no hay nada comparable, Lisístrata guapa.




Lisístrata es la obra de teatro más famosa del dramaturgo de la Grecia Clásica Aristófanes. Cuanta la historia de la mujer de un soldado ateniense, Lisístrata. Ella está convencida de que los hombres de Atenas son incapaces de acabar con la guerra que mantienen con Esparta, y es por ello que decide reunir a las mujeres de toda Grecia. Propone un plan que no puede fallar: no mantendrán relaciones sexuales con los hombres hasta que éstos no acaben con la guerra y llegue al fin la paz. En un principio las mujeres griegas no parecen aceptar, hasta que una espartana se une al plan y muestra que es posible su realización. Asimismo las mujeres viejas de Atenas se han hecho con el poder en la Acrópolis donde están los tesoros públicos, y han cortado el suministro económico a la guerra. La treta planeada por Lisístrata se pone en marcha y se siguen manifestaciones, alborotos... Hasta que un oráculo dice que las mujeres alcanzarán la victoria. Los hombres no pueden aguantar más, y firman la paz con los espartanos, un tanto precipitada, pero paz al fin y al cabo, y es más, la firman ante la misma Lisístrata.

martes, 9 de octubre de 2007

Héctor y Andrómaca

Al momento llegó a su morada repleta de gente.
Mas no estaba la de níveos brazos, Andrómaca, en ella, pues con su hijo y la sierva de peplo precioso había ido a la torre a gemir y verter copiosísimas lágrimas.
Y como Héctor no halló a su excelente mujer en la alcoba, se paró en el umbral y a las siervas habló de este modo:
-Escuchadme, ¡oh esclavas! Decid la verdad al momento. ¿Dónde la de los brazos nevados, Andrómaca, ha ido? ¿A ver a mis cuñadas o hermanas de peplos hermosos? ¿O fue al templo de Atenea en el cual las troyanas de bellas trenzas ya se han reunido a aplacar a la diosa terrible?

Y la fiel despensera repuso con estas palabras:
-Héctor, ya que nos mandas decir la verdad, no se ha ido a ver a tus cuñadas o hermanas de peplos hermosos, ni fue al templo de Atenea en el cual las troyanas de bellas trenzas ya se han reunido a aplacar a la diosa terrible, sino que fue a la torre grandiosa de Ilión, porque supo que los teucros perdían y fuerte era el ímpetu aqueo. Como loca anhelante, se fue a la muralla corriendo y con ella marchó la nodriza que el niño llevaba.
Dijo así la intendenta, y salió Héctor de su palacio.
Por las calles bien hechas se fue desandando el camino. Cruzó así la anchurosa ciudad, y cuando hubo llegado a las Puertas Esceas, por donde se iba al combate, corrió Andrómaca a él, la mujer por quien hubo pagado tan preciados presentes, la hija de Etión el magnánimo, que vivía en la falda arbolada de Placo, en la Tebas de Hipoplamia, y reinaba entre todos los hombres cilicios; y el gran Héctor del casco brillante casó con su hija.
A su encuentro acudió y derás de ellas marchó la nodriza que a sus pechos llevaba a su hijo, un chiquillo, muy tierno, el Hectórida amado, como una magnífica estrella a quien Héctor llamaba Escamandrio, y los otros llamaban Astianacte, pues sólo por Héctor Ilión se salvaba.

Sonreía en silencio el gran Héctor, mirando a su hijo, y con llanto muy grande a su lado detúvose
Andrómaca, lo tomó de la mano, y nombró con sus nombres y dijo:
-¡Desgraciado! Te habrá de perder tu valor. No te apiadas de tu hijo tan tierno y tampoco de mí, ¡oh desdichada!, viuda pronto porque los aqueos te habrán de dar muerte, porque todos caerán sobre ti y preferible sería para mí descender a la tierra, pues si te murieras no tendría consuelo jamás, sino sólo pesares puesto que se murieron mi padre y mi madre augustísima. Que ya Aquiles divino ha quitado la vida a mi padre al tomar la ciudad populosa del pueblo cilicio, Tebas la de altas puertas, en donde dio al rey Etión muerte, pero sin despojarlo, pues tuvo temor en el ánimo; su cadáver quemó y con él todas sus armas labradas; le alzó un túmulo en torno del cual las oréades, hijas del que lleva la égida, Zeus, bellos olmos plantaron. Siete hermanos yo tuve en el palacio también y los siete a la casa de Hades bajaron el mismo día; les dio Aquiles, el de pies ligeros, a todos la muerte entre nuestros flexípedes bueyes y blancas ovejas. A mi madre que al pie del selvático Placo reinaba, trajo aquí juntamente con cuantos tesoros teníamos y le dio libertad cuando obtuvo un inmenso rescate, pero Artemis flechera la hirió en mi palacio paterno. Héctor, tú eres ahora mi padre y mi madre augustísima y mi hermano también; eres tú mi marido florido. Ten piedad de nosotros y quédate aquí en esta torre; no me dejes sin padre a tu hijo y viuda a tu esposa. Llévate hasta la Higuera a las tropas, que es más accesible la ciudad desde allí, y es posible escalar las murallas. Por tres veces su asalto intentaron los hombres más bravos, los Áyax y también lo intentó Idomeneo el famoso, los Atridas y el hijo del muy valeroso Tideo; alguien que los oráculos sabe lo habrá sugerido, o quizás ha sido su corazón con su impulso y sus órdenes.

El gran Héctor del casco brillante repuso diciendo:
-Yo también he pensado estas cosas, mas grande vergüenza sentiría ante teucros y teucras de peplos holgados si me vieran huir de la lucha como hace un cobarde. A ello no me da pie el corazón, que aprendí a ser valiente siempre y supe luchar con los teucros delante de todos, deseando la gloria inmortal de mi padre y la mía. Bien mis mientes lo saben y mi corazón lo presiente; día habrá de llegar en que Ilión la sagrada perezca, Príamo y también el pueblo lancero de Príamo. Mas no tanto me inquieta el futuro fatal de los teucros, ni la vida de Príamo el rey, ni aún la vida de Hécuba, ni la de mis hermanos que tantos y tan valerosos en el polvo caerán a los golpes de nuestro enemigo, como tú, cuando algún hombre aqueo vestido de bronce se te lleve llorosa y de tu libertad se apodere. Quizás en Argos habrás de tejer tú para otras las telas, tal vez vayas por agua a la fuente Mereida o Hiperea, contrariada porque sobre ti pesarán estrecheces. Y quizá si llorar te ve alguno, dirá al ver tu llanto: “Fue mujer de Héctor, el más valiente de todos los teucros domadores de potros, luchando delante de Troya”. De este modo hablarán y tendrás una pena profunda por perder a quien pudo librarte de tu servidumbre. ¡Ojalá mi cadáver lo cubran montones de tierra antes que oiga tus gritos o vea en qué forma te arrastras!

Así dijo, y los brazos al niño tendió el noble Héctor.
Mas volvió al punto al seno del aya de hermosa cintura, dando gritos, porque le asustaba el aspecto del padre, temeroso del bronce y la crin caballar del penacho que ondeando terrible veía en lo alto del yelmo.
Sonrieron el padre y la madre augustísima al verlo. Al momento el gran Héctor quitó de sus sienes el casco que dejó sobre el suelo, lanzando brillantes fulgores.

A su hijo querido besó y acunó entre sus brazos, y rogó de este modo a Zeus padre y a todos los dioses:
-Zeus y todos los dioses, hacedme que sea mi hijo como yo, y se distinga entre todos los hombres troyanos, e igualmente esforzado y que reine de Ilión soberano. Que de él digan: “Es aún mucho más valeroso que el padre”, al volver de la guerra con cruentos despojos de un héroe abatido por él, y dé al pecho materno alegría.
Dijo, y al niño puso en los brazos de su esposa amada, y ella aún, al llevarlo esta vez a su seno aromado, sonreía y lloraba. Y sintió compasión el marido: con la mano le hizo caricias nombrándola y dijo:
-¡Desdichada! Que tu corazón no se aflija en exceso porque nadie podrá contra el hado arrojarme en el Hades y el destino no puede evitar ningún hombre nacido y para ello no importa que sea cobarde o valiente.
Vamos, vuelve a la casa y ocúpate de tus quehaceres del telar y la rueca y ordena a las siervas que sigan sus labores, que de las batallas cuidamos los hombres, los que en Troya nacimos y yo, sobre todo, el primero.

Dijo, y el noble Héctor se puso el casco de crines de caballo, y su esposa querida volvió al palacio, mas volviendo su rostro y vertiendo muchísimas lágrimas. Al momento llegó a la morada repleta de gente de Héctor el matador de hombres; muchas esclavas había en la casa y a todas movió a sollozar con su llanto. En su propia mansión a Héctor vivo llorábanlo todas, porque ya no esperaban que de la batalla volviese liberándose ya de la audiencia y las manos aqueas.

Homero. Ilíada. Canto VI (Héctor y Andrómaca)

domingo, 7 de octubre de 2007

Del Caos al Universo

Antes de existir el mar, la tierra y el cielo, continentes de todo, existía el Caos. El sol no iluminaba aún el mundo. Todavía la luna no estaba sujeta a sus vicisitudes. La tierra no se encontraba todavía suspensa en el vacío, o tal vez quieta por su propio peso. No se conocían las riberas de los mares. El aire y el agua se confundían con la tierra, que todavía no había conseguido solidez. Todo era informe. Al frío se oponía el calor. Lo seco a lo húmedo. El cuerpo duro se hincaba en el blando. Lo pesado era ligero a la vez. Los dioses, o la naturaleza, pusieron fin a estos despropósitos, y separaron al cielo de la tierra, a ésta de las aguas y al aire pesado del cielo purísimo. Y, así, el caos dejó de ser. Los dioses pusieron a cada cuerpo en el lugar que les correspondía y estableció las leyes que había de regirlos. El fuego, que es el más ligero de los elementos, ocupó la región más elevada. Más abajo, el aire. La tierra, encontraba su equilibrio, la más profunda.
Hecha aquella primera división, los dioses redondearon la superficie de la tierra y puso límites al airado mar. En seguida, añadió las fuentes, los estanques, los lagos, los ríos, corrientes por la tierra y devorados por el océano. Él mandó extenderse a los campos, cubrirse de hoja a los árboles, elevarse a los montes y a los valles hundirse. Y así como el cielo estaba dividido en cinco zonas- dos a la derecha, dos a la izquierda y una en el centro, que es la más ardiente-, así mismo quedó dividido el universo. De las cinco zonas la del medio quedó inhabitable por el fuego; las dos de los extremos quedaron envueltas en nieves; únicamente las centrales ofrecieron templanza a la vida. Sobre éstas se elevó el aire, más pesado que el fuego, pero menos que el agua y la tierra; y en él se dieron las nubes, la niebla espesa, los truenos que espantan a los hombres, los vientos que forman vorágines y los granizos. El autor del mundo estableció la armonía en esta región: sin ella se hubieran desecho entre sí los elementos. Al euro e hizo soplar hacia Oriente. Hacia el Occidente al céfiro. Al bóreas le empujó hacia el Septentrión, y al austro hacia el Mediodía. Y por fin, dejo que el Éter, sin peso y sin escoria, formase ese color azul que llamamos firmamento.
OVIDIO, Metaforfosis. Libro Primero I.