domingo, 25 de noviembre de 2007

Tributo a mi tierra

El olivo, sus frutos y el aceite de oliva, están muy vinculados a la cultura griega, como podemos apreciar en la mitología. Según cuenta la leyenda, Atenea instaló el olivo en la polis que lleva su nombre (Atenas), durante la lucha con Poseidón por la supremacía en la protección de la ciudad. Para calmar la contienda, Zeus intervino y prometió conceder el dominio de aquel territorio a quien fuera capaz de aportar el regalo más útil para la humanidad. Poseidón llevó un caballo, animal resistente, veloz y capaz de aliviar el trabajo de los hombres; Atenea, en cambio, apareció con una pequeña ramita retorcida entre las manos, de sutiles hojuelas de color verde argénteo. Poseidón ya estaba saboreando la victoria cuando Atenea empezó a explicar las extraordinarias propiedades del olivo: una planta fuerte, capaz de vivir largos años y de producir frutos apetitosos y sabrosos, de los que los hombres podían extraer un líquido ideal para sazonar la comida (el aceite de oliva), dar fuerza al organismo, aliviar las heridas y también alumbrar la noche. La victoria de la diosa fue aplastante. Zeus decretó vencedora a Atenea, al donar a los ciudadanos la planta más útil y le fue concedida la soberanía sobre toda la región.
Como buena jiennense, un tributo a mi tierra y al aceite de oliva.









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