lunes, 12 de noviembre de 2007

Amor y Psique


Cuenta una hermosa leyenda grecorromana que existió un Rey que tenía tres hijas de gran belleza. La más joven de las hermanas, Psique, era, sin duda, las más bella y agraciada de todas. Su exquisita hermosura y encanto eran tales que los súbditos del reino olvidaron su devoción a Venus y, en su lugar, adoraron a Psique, a la que aclamaban como su diosa de la belleza.
Ofendida la diosa no pudo soportar semejante humillación, ni ver como sus templos permanecían desiertos mientras de tributaban honores a la bella Psique. Ordeno a su hijo Cupido que hiciera que la joven se enamorase del ser más monstruoso de toda la tierra, esperando que eso le sirviese de castigo ejemplar. Partió veloz Cupido con sus arcos y flechas para cumplir las órdenes de Venus. Pero cuando tuvo a Psique frente a él no pudo evitar enamorarse de tan bella criatura. Como no quería enojar a su madre ideó un plan para calmar su ira y a la vez disfrutar el amor de Psique.
La oportunidad que esperaba Cupido se presento cuando el Rey acudió a un oráculo para consultar por qué sus dos hijas mayores se habían casado y la pequeña, siendo la más hermosa de todas, no encontraba pretendiente. El oráculo, que no era si no la voz de Cupido, ordenó al Rey que vistiera a su hija con sus mejores galas y la abandonase en lo alto de una colina para recibir en matrimonio a un terrible monstruo volador dotado de la ferocidad de una víbora, y ante el cual temblaba hasta el mismo Zeus.
El Rey a pesar de su desesperación y de los gemidos y lamentos del cortejo nupcial ejecuto las órdenes de los dioses y abandono a Psique en lo alto de la montaña. Allí permaneció Psique paralizada por el miedo, hasta que llego Céfiro, el viento del este, la levanto por los aires y la llevó volando hasta una florida pradera donde la deposito sana y salva, y donde se durmió plácidamente. Cuando despertó a la mañana siguiente, Psique observó que más allá de la perfumada pradera se encontraba lo que parecía un palacio de oro, plata y piedras preciosas.
La joven, curiosa y admirada, se aproximó al palacio donde unas voces la animaron a entrar. Psique abrió la puerta de oro y contempló extasiada el más bello de los palacios; Encontró lujosas salas con exquisitas alfombras, costosas cortinas de brocados y ricas tapicerías. En una de esas salas se encontraba una bañera de oro llena de agua cálida y espumosa, y se dispuso para tomar un placentero baño. En esa misma habitación halló también un enorme armario repleto de hermosos vestidos y una confortable cama. Una vez que estuvo lista bajó las escaleras guiada por sirvientes invisibles y entró en el comedor principal. Ya había caído la noche y tan solo una vela iluminaba la gran sala.
Psique recordó el oráculo y creyó que la esperaba el terrible monstruo. Sin embargo, oyó una dulce voz que le pedía que se aproximara. Obedeció la joven embriagada por que aquella voz y por el agradable olor que se desprendía. Entonces sintió el suave tacto de su pie y un escalofrío de placer recorrió su cuerpo y, entonces, se dio cuenta que aquella voz, perfume y tacto no podían pertenecer a ningún monstruo, y se entrego totalmente al amor que le ofrecía su misterioso esposo.
Tras una noche de amor apasionada, el marido se desprendió de su esposa rogándole tiernamente que si le amaba no debía intentar nunca averiguar su nombre o vislumbrar su rostro, pues de lo contrario se vería obligado a marcharse de su lado para nunca más volver. Psique prometió solemnemente respetar los deseo de su oscuro esposo, aunque secretamente deseaba observar su semblante.
Pasaron los días y Psique se sentía más feliz que nunca. Dormía durante el día para gozar el amor por la noche. Sin embargo, las horas de soledad que pasaba a la espera de la caída de la noche hicieron que sintiera nostalgia del hogar. El ardiente esposo y amante no pudo negar a su bella esposa su deseo de visitar a su familia. De nuevo fue transportado por Céfiro y llegó a su hogar, donde fue recibida por sus hermanas y su padre.
Psique le relató todo lo que había pasado así como el amor que sentía por su enigmático esposo. Las hermanas de Psique se murieron de envidia al ver la felicidad de esta, que parecía aun más hermosa. Ellas, aunque estaban casadas con dos hombres ricos, no habían conocido a la pasión que la hermana pequeña estaba viviendo junto a su marido. Para acabar con esta dicha, las envidiosas hermanas introdujeron la duda en el corazón de Psique, incitándola a descubrir a su marido, diciéndole que este debía ser un monstruo puesto que no quería ser visto.
Cuando Psique volvió al palacio junto a su marido, la duda le quemaba en el estómago, y esa misma noche, tras esperar que este cayera dormido, tomó un candil y se acercó para iluminarle. En vez de hallar un monstruo horrible como esperaba, halló a Cupido, el más bello y encantador de los dioses. Deslumbrada por su belleza, quiso observarlo mejor y se acerco aún más con tan mala fortuna que una gota de aceite hirviendo cayó sobre el hombro de su divino esposo. Este se despertó sobresaltado y, dolorido, reprochó a Psique su falta de confianza y, como le había jurado, desapareció.
Psique enloqueció de dolor y marchó en su búsqueda. Recorrió toda Grecia pero no pudo encontrarlo. Desesperada, se dirigió a Venus, quien, encantada de poder vengarse de la joven, la retuvo a su servicio en el palacio. Allí mismo, la diosa había encerrado a Cupido en lo alto de una torre como castigo a su desobediencia.
Venus le dijo a la desgraciada joven que si quería recuperar los favores de su hijo debería superar unas pruebas. Psique acepto presurosa sin ni siquiera preguntar de qué se trataba. Primero le ordenó la diosa separar los granos de siete clases de cereales, que ella misma había mezclado, de una montaña tan alta como ella. La joven completó con éxito la tarea encomendada gracias a la ayuda de unas hormigas que se habían apiadado de ella. Después, le pidió que sacara un cubo de agua de la laguna Estigia famosa por ser inaccesible, cosa que pudo hacer con la ayuda de un águila. Consiguió también amansar el terrible Cancerbero para poder llegar hacia el trono de Proserpina, en el lugar más profundo del infierno, y poder llevar a Venus el secreto de la belleza de la reina de las sombras. Proserpina le dio a la joven un cofre que contenía un ungüento, el cual tenía el poder de restablecer la belleza a quienquiera que fuera untado con él, y cuya receta tan solo era conocida por la oscura diosa.
Cuando estaba a punto de entrar al palacio de Venus, Psique pensó que si aquel ungüento era en verdad tan eficaz, ella misma podría usar un poco para, de este modo, borrar las huellas del sufrimiento, que ensombrecían su rostro. Abrió el cofrecito, que en realidad contenía el espíritu del sueño, y calló en un profundo y dulce sueño.
Céfiro corrió hasta los aposentos de Cupido y le contó todo lo que Psique había hecho para recuperar su amor y el triste final de la joven. Cupido, emocionado y conmovido, escapó con la ayuda de su fiel amigo. Mientras permaneció encerrado en aquella torre, el bello dios había languidecido de amor por Psique y cuando la encontró dormida forcejeo con el maligno espíritu hasta que consiguió que volviera a regresar a los estrechos confines de su prisión, tras lo cual despertó a Psique con un dulce beso.
Venus no pudo permanecer insensible a aquel bello amor ni un momento más y accedió a la unión, perdonando a Psique. Fue ella misma quien tomó a ambos y los presentó al consejo de los dioses en el Olimpo, quienes aceptaron de buen grado que la joven bebiera la ambrosía y el néctar para convertirse en inmortal y así vivir un amor eterno junto a Cupido.

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